lunes, 15 de agosto de 2011

Poema, mojito y despedida

Desde ese día supe que recitar un poema no eran tan fácil. O sea, no es llegar y pararse y lanzar palabras al aire... No. Como en una canción, hay que seguirle el pulso a cada palabra, a cada frase, a cada párrafo. Respirar profundo, acentuar las palabras importantes y arrastrar las que necesitan su propio tiempo. Mi amigo me dijo, escríbete algo y yo te acompaño con Tonada por despedida, una canción hermosa de Chocoria Sánchez. Preparé algo bien mediocre que no me dejó muy satisfecho, lo hice calzar con el tema y lo recité en el café Utopía, frente a un grupo de personas distraídas. Salió, pudo haber salido mejor, pero salió.

Antes me motivé con unos copetes. El Jano me llamó y lo salí a buscar afuera del café. Se abrió la chaqueta con un gesto picarón y me mostró el Capel que llevaba dentro. Estábamos por el barrio Lastarria. Nos fuimo a parar cerca del Cerro Santa Lucía. Con dos copetes quedé listo. Le dije que entráramos porque seguro que ya había empezado el recital y tampoco quería entrar borracho. Se presentaban como cuatro músicos más aparte de mi amigo. Empezó Felipe Aranda. Bueno. Muy bueno. Después de él vino el Nico. Entre medio, el Jano se sacó un mojito. Nunca lo había probado.

Después de tocar unos cinco, seis temas, el Nico me llama desde el micrófono a pasar adelante. Un amigo, periodista, Esteban Acuña, va a recitar, dijo -así como bien al lote nomás- y yo voy a tocar un tema de Chicoria, Tonada por despedida. Me puse frente al micrófono y le pedí al encargado si podía dejármelo a la altura. El Nico empezó a tocar altoque, y yo cerré los ojos para esperar concentrado el momento exacto en el que debía entrar diciendo "Ideas de domingo por la tarde...", en un tono algo melancólico. No sé si habrá resultado así.

El micrófono empezó a chillar más todavía. Primero me alejé, luego me acerqué, pero el micrófono se acoplaba, sonaba feo. Da lo mismo, dije por dentro, mientras recitaba las palabras que fluían automáticamente, casi como por inercia. Fue ese sonido el que me descolocó por un momento. Me salté una que otra frase, pero no se notó. El Nico sí lo notó, porque me acompañaba con la música y lo habíamos ensayado un par de veces. No le vi su cara porque yo estaba concentrado en que el micrófono dejara de sonar feo y en no perder el pulso de la música, pero pasó piola, o al menos eso me dijeron. Cuando terminé ("mi mente arde... y probablemente... mate mi cuerpo"), miré al Nico y tenía una sonrisa estúpida. En ese momento, que habrán sido un par de segundo se me pasó una idea por la cabeza.

Antes de salir adelante a recitar, pensaba en aprovechar ese momento para agradecerle públicamente a mi amigo la oportunidad que me dio. Yo siempre doy menos de lo que puedo entregar, lo admito. Súbete a las micros huevon, me dai rabia, me dice siempre, y yo le contesto que no me siento preparado. No te vay a sentir nunca preparao hasta que estí arriba de una micro, me dice este weón enojao, y demás que tiene razón. Me critica que mi arte, si se le puede llamar arte, no lo lleve a la calle... Yo le devolví la misma sonrisa, estúpida. Le di la mano, escuché algunos aplausos, luego me fui a sentar y le pegué unos buenos sorbos al mojito que el Jano me convidó apenas me senté. ¡Buena hermano!

No hay comentarios:

Publicar un comentario